La vida ermitaña y el arte de ir despacio

En un mundo tan acelerado estamos eligiendo ralentizar el paso, vivir despacio.

LIFESTYLE

Candifior Hamilton

9/25/20251 min read

a vase of flowers and a whisk on a table
a vase of flowers and a whisk on a table

En una época marcada por la prisa, la productividad y la inmediatez, detenerse parece un acto casi subversivo. El tiempo se nos escapa entre pantallas, notificaciones y agendas saturadas. En medio de este vértigo, resurge una figura antigua pero sorprendentemente vigente: el ermitaño.

El ermitaño como espejo

Durante siglos, el ermitaño fue aquel que se apartaba de la sociedad en busca de silencio y contemplación. Hoy, más que desaparecer en un bosque, su imagen simboliza el deseo de desconectarnos del ruido, de recuperar la autonomía sobre nuestro tiempo y nuestra atención.

La paradoja de la soledad

La soledad no siempre es sinónimo de vacío. Impuesta, puede generar sufrimiento y aislamiento. Elegida, en cambio, se convierte en un espacio fértil para la introspección, la creatividad y la calma. El “ermitaño contemporáneo” encarna esta segunda forma: alguien que no huye del mundo, sino que lo habita de otro modo.

El auge del slow living

En paralelo, crece el movimiento slow living. No se trata de renunciar al mundo moderno, sino de ralentizar el ritmo. Cocinar sin prisa, caminar sin distracciones, dedicar tiempo a una conversación sin mirar el reloj: gestos sencillos que recuperan la experiencia frente a la obsesión por el resultado.

Lo cotidiano como refugio

Los rituales simples —un café al despertar, leer un libro en silencio, observar la lluvia— poseen una fuerza psicológica profunda. Nos devuelven al presente, nos ayudan a enraizarnos y a encontrar sentido en medio de la sobreestimulación. En ese espacio cotidiano, el ermitaño y el slow living se encuentran.

Resistir en silencio

Tal vez por eso esta figura antigua vuelve a interpelarnos: nos recuerda que existe otra forma de habitar el tiempo. Frente al ruido, el silencio. Frente a la prisa, la lentitud. Frente a la exigencia constante, el simple hecho de ser.

¿Y si la verdadera rebeldía hoy no fuera correr más rápido, sino aprender a detenernos?